miércoles, 31 de octubre de 2012
Transmodernidad
Transmodernidad
Aproximarse es surgir desde más allá del origen del mundo.
Es un acto anárquico (si arjé es el origen anterior a todo origen). Es anterioridad anterior a toda anterioridad. Si el sistema o el mundo es lo anterior a las cosas que habitan en él; si la responsabilidad por el mundo del otro es anterior al propio mundo; aproximarse a la inmediatez de la proximidad es la anterioridad de toda anterioridad.
(Dussel, 1976:31)
En el concepto “transmodernidad” reconozco dos
acepciones del término, la primera pertenece a Rosa María Rodríguez Magda,
filosofa y escritora española, a la que
se le atribuye el origen del concepto, pero a la que no me referiré mayormente
sólo señalando los puntos más importantes que a mi parecer sintetizan la mirada
transmoderna.
Para
Rodríguez Magda la transmodernidad, como ella señala, es una situación
estratégica frente a la posmodernidad, instancia actual no elegible en la que el símbolo suplanta lo real. “La Transmodernidad es
el retorno, la copia, la pervivencia de una Modernidad débil, rebajada, Light”
(Rodríguez Magda, 2007).
Busca
ser un punto de orientación dentro de la realidad, que se sabe simulada,
señalando la necesidad de simulaciones operativas como ideales regulativos, en
forma de universales hipotéticos, frente a la ausencia de fundamentos
metafísicos y ontológicos, de forma que
fuera posible hacer frente a las corrientes post que estaban
embarrancando en un callejón sin salida.
Como
señala Rodríguez Magda sin que la verdad tenga fundamentos metafísicos, sino que
sea sólo un “pacto gnoseológico de los sujetos que concensúen una racionalidad
con el fin de interpretar la realidad y transformarla” (Rodríguez, 2007).
Una
medida similar a la acción comunicativa propuesta por Habermas en su Teoría de la acción comunicativa donde la “práctica comunicativa descansa
sobre el trasfondo (utópico) de un mundo de la vida que tiende a la
consecución, mantenimiento y renovación de un consenso, y sobre el
reconocimiento intersubjetivo de pretensiones de validez susceptibles de
crítica, es decir, subyace una racionalidad inmanente donde el acuerdo
comunicativo ha de apoyarse en última instancia en razones” (Habermas 1998:38).
Pero esta vez teniendo como
trasfondo no la racionalidad ilustrada a favor
del mundo de la vida, sino el pastiche de símbolos que componen “el primer mundo, globalizado, vacío, sofisticado, higt
tech”. (Rodríguez Magda, 2007) con plena conciencia que la realidad es pura
representación. Pues como señala Rodríguez Magda la pujanza gnoseológica del
proyecto ilustrado se a debilitado, y deben ser tomados sólo como ideales
regulativos que presenten “simulacros operativos legitimados en la teleología
de la perfectibilidad racional” (Rodríguez, 2007,) como hipótesis susceptibles
de revisión y sujetas a la temporalidad, este sería el caso de el “ejercicio
democrático que supone el acuerdo normativo y con voluntad universalizable de
los ideales regulativos de racionalidad compartida, justicia, igualdad,
representación, libertad, etc., lo cual no implica su fundamentación
sustancial, sino su aceptación formal pactada” (Rodríguez, 2007 ).
Para
Rodríguez Magda la transmodernidad no se opondría a la posmodernidad, sino que
deviene consecuencia de ésta, y cuya
condición exige dar cuenta de los niveles de reflexión teórico-prácticos
relacionados con los ámbitos del ser, del conocimiento, de la acción moral y
política, de la subjetividad, la belleza y la trascendencia
dentro de la simulación real asumiendo el vacío
posmoderno y “construir en torno al concepto eje de la
ausencia, como radicalidad ontológica, una nueva configuración de los saberes”
(Rodríguez Magda, 2007) cuya función sería indicar una ruta, un
sentido que posibilite una racionalidad capaz de interpretar la realidad para
poder transformarla.
La segunda acepción del concepto
transmodernidad cuyos enunciados tienen un carácter mayormente propositivo,
pertenece a Enrique Dussel, filósofo de origen argentino. Este planteamiento
desde la razón utópica, se revela comprometida con las problemáticas
latinoamericanas, conformándose a la vez como una política, una ética y una
filosofía.
La transmodernidad se establece conjuntamente como mediación entre el orden academicista y la inmediatez social, inscribiéndose dentro de las prácticas discursivas descentralizadas, como una propuesta de la filosofía de la liberación.
La transmodernidad se establece conjuntamente como mediación entre el orden academicista y la inmediatez social, inscribiéndose dentro de las prácticas discursivas descentralizadas, como una propuesta de la filosofía de la liberación.
Para
Dussel, la transmodernidad adquiere un tinte revelador más que transformador.
Si la transmodernidad señalada por Rodríguez Magda se desprende del horizonte
posmoderno como vacío, correspondería con el fundamento ontológico de Heidegger
(horizonte de mundo como ausencia del ser), especie de situación consensual una
síntesis dialéctica que integraria a las hermenéuticas univosistas como afirmacion (totalización moderna) y
las hermenéuticas equiovosistas negación ( fragmentación posmoderna) en el
tercer momento una sintesis como totalización débil y fragmentaria en la racionalidad pactada
transmoderna, similar a lo ya propuesto por Gianni Vattimo en su pensamiento débil y a la acción comunicativa de Habermas.
Dussel en cambio, situa la
Transmodernidad desde una hermenéutica analéctica, al sutuarse fuera del horizonte de sentido del mundo (dialectica "sujeto-objeto" "amo-esclavo", dicotomia que comparte un mismo horizonte), localizándose en la
diferencia infinita y metafísica que constituye otro inalcanzable, imposible de
aprender en su diferencia, que prima por sobre toda cosificación, esta analéctica nos llevaría a localizarnos a nosotros mismos, fuera de la
tradición panóptica global, tradición como imposibilidad de pensarse fuera del
flujo constante de aparente cambio, que en la práctica no es sino aquel eterno
retorno de lo mismo nietzscheano, la piedra que Sísifo empuja hasta la cima de
la colina para luego dejarla caer. La transmodernidad nos permitiría
deconstruir la diacronía histórica de nuestro reconocimiento para
reconstruirnos fuera de la relación amos y esclavos.
Desde la alteridad,
como horizonte metafísico, en que el ser se parece a “aquella esfera de Pascal que
evocaba Borges cuyo centro estaba en todas partes y su circunferencia en
ninguna” (Gimbernat; 2010:5).
De esta forma la transmodernidad sería
un instrumento de “localización y hallazgo de nosotros mismos” para así dar
cuenta de “las diversas formas en que nuestra propia territorialización
nos ha llevado a la desterritorialización
de los demás. Esto implica afirmar lo negado, lo oculto por la modernidad y lo rechazado por la
postmodernidad” (Mendieta 1998).
La transmodernidad es ese universal hipotético
señalado por Rodríguez Magda, cuya “sacralidad estética asume el misterio de
la ausencia metafísica”, sólo que esta vez no es estética, sino una sacralidad
metafísica en el otro, que asume el misterio de la ausencia de un centro y la
presencia de un mundo que se extiende más allá del horizonte del existente y se
hace presente en la alteridad.
Carlos Collilef
Carlos Collilef
lunes, 22 de octubre de 2012
oralitura
La oralitura es escribir a orillas de la oralidad, a orillas del pensamiento de nuestros mayores y, a través de ellos, de nuestros antepasados. Así lo viví/escuché, así lo estoy viviendo/escuchando: me digo, me dicen, me están diciendo, me dirán, me dijeron. Todo ello brotando desde una concepción de tiempo circular: somos presente porque somos pasado (tenemos memoria) y por eso somos futuro"(2005).
Elicura Chiguailaf
viernes, 5 de octubre de 2012
jueves, 4 de octubre de 2012
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